Algunas veces se escuchan por ahí expresiones como: “pero mira a esa persona, qué bien le va en la vida… ¡claro!, es porque ha tenido suerte”.
Estoy en desacuerdo. No creo que exista la “suerte”, como tampoco creo en las casualidades. Creo que vivimos en un universo de causa y efecto. De forma que el éxito o los resultados positivos en todas las áreas de la vida, no son más que los frutos de lo que hemos cosechado...
A su vez, la cosecha es el reflejo de nuestra actitud frente a las situaciones, porque la actitud es el motor que impulsa las decisiones que tomamos, basados en lo que creemos.
Dicho de otra manera, cada resultado que obtenemos afuera, bien sea en el campo del dinero, del trabajo, de la salud o de las relaciones, está directamente conectado con nuestro ser interior y las acciones que hemos emprendido.
De hecho, el universo es como un gran eco que responde a nuestra actitud y nuestras acciones, en la justa medida de lo que hemos aportado y en concordancia con el destino para el cual hemos sido creados.
En efecto, si damos amor, el universo nos trae amor; si somos generosos, el universo nos brinda generosidad, y así sucesivamente.
Al respecto, Carl Gustav Jung, el psicoanalista suizo, afirmaba “todo depende de la forma cómo veamos las cosas y no la forma en que son en sí mismas”. Según él, nuestro destino está marcado por el descubrimiento de nuestra propia alma y por las personas en las que elegimos convertirnos. Es decir, que nuestra vida está marcada por nuestra actitud.
La mejor forma en la que podemos comprender lo que es la actitud, es con historias. Veamos una de ellas.
Siempre que tengas una actitud positiva hallarás la verdadera riqueza de la vida. Si miras dentro de ti sabrás que posees una gran riqueza para entregar y mucha sabiduría para descubrir todas las riquezas de los demás.
En efecto, la actitud es como el par de lentes por el cual miramos la vida. Depende del color que sean nuestros lentes, así mismo serán las situaciones de la vida que afrontemos.
Este es el sentido de otra frase de C. Jung que dice: "Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser”.
Si sabemos que la actitud es tan importante, ¿cómo hacemos para mantenerla en alto, cuando tenemos un mundo que nos invita a angustiarnos?
1. Sacar un espacio para meditar diariamente. La meditación nos centra, nos conecta con lo mejor de nosotros mismos y, poco a poco, nos trae mas beneficios para la mente y el cuerpo.
2. Practicar la aceptación ante las circunstancias, sin caer en la resignación. Aceptar nos permite fluir y nos ayuda a no desperdiciar nuestra energía en luchas innecesarias del ego.
3. Agradecer todo lo bueno que la vida nos entrega. Desde lo mas grandioso del universo, hasta las cosas sencillas y cotidianas.
4. Acostumbrarnos a vivir en el presente. Soltar el pasado y no crear expectativas sobre el futuro, nos ayuda a conservar nuestro enfoque en lo que vivimos diariamente.
Conviene recordar, en todo momento, que la actitud positiva nos ayuda a crear resultados positivos en nuestro entorno. Al contrario, si nos amargamos, todo será mucho mas complejo y la vida se convierte en una especie de lastre con el que cargamos.
La actitud hace la diferencia entre vivir o padecer la existencia.
En su libro "El poder está dentro de ti", Louise Hay nos explica que todos tenemos una sabiduría infinita que es capaz de proporcionarnos la mejor vida posible.
Nos invita a tomar conciencia y a sacar todo el potencial creativo que hay en cada uno de nosotros.
Publicado en Inteligencia emocional
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