La vida es una hermosa aventura para ser felices. A su vez, la felicidad parte de comprender las leyes de la vida y de vivir alineados con la fluidez, el desapego, la autenticidad, el amor y la sabiduría.
Así pues, entre más comprendemos estas leyes y las seguimos, entre más coherentes somos entre lo que decimos, hacemos, sentimos y queremos, consciente e inconscientemente, más salud tenemos y más resultados positivos vemos en todas las áreas.
De manera que ser felices es sencillo. Sin embargo, los seres humanos nos complicamos muchas veces la existencia y nos resistimos a comprender esas leyes de la vida y, en consecuencia, nos metemos en duros aprendizajes y en experiencias dolorosas que nos ponen entre la espada y la pared.
Estas lecciones pueden aparecer en áreas como la del amor, el dinero, la salud y otras más. Aparecen en distinta intensidad y duración. Todo depende de lo que nos hayamos resistido a aprender.
En próximas entradas hablaré de estas leyes de la vida. Hoy quiero centrarme en el tema de la salud, quiero compartir algunas reflexiones y entregar unas simples sugerencias que nos ayuden a vivir mejor.
Salud no es solo ausencia de enfermedad. Salud significa armonía de la energía vital que cruza por nuestro cuerpo. En palabras más profundas, salud significa unidad interior.
Por el contrario, enfermedad es el caos o el atascamiento del flujo de la energía vital dentro de nuestro cuerpo. En un sentido más profundo, se puede decir que la enfermedad aparece cuando la persona no se encuentra unificada.
Pero quedémonos con el concepto de salud igual armonía y enfermedad igual caos o atascamiento de energía.
Comprendo que esta visión es bastante difícil de aceptar para muchas personas y los entiendo. La razón de que no se comprenda este asunto de la “energía” es que todavía estamos en una era de la medicina que los científicos Alexander Loyd y Ben Johnson, han denominado “la era de las drogas químicas”, en su libro “El código de curación”. En este gran período de la medicina, se ha buscado que cada enfermedad tenga su tratamiento químico o su cirugía, o ambas.
Poco se ha ido, en esta era de la medicina, a encontrar una causalidad más allá de lo evidente.
Sin embargo, paulatinamente estamos conociendo nuevas evidencias científicas que nos están llevando a comprender la enfermedad desde otro punto de vista, uno no tan evidente: el de la energía.
Al respecto, Loyd y Johnson, citan al profesor William Tiller, de la Universidad de Stanford, quien afirma que “la medicina futura se basará en controlar la energía del cuerpo”.
Por eso no es casualidad que estén apareciendo numerosas terapias alternativas como el reiki o la biodescodificación celular, cada vez más aceptadas en los ámbitos tradicionales de la medicina.
Quienes trabajamos como terapeutas en estos campos y hemos conocido casos de sanación o la hemos experimentado en carne propia, yendo en contravía de todos los pronósticos de la medicina académica, sabemos que es cierto, que hay una parte muy importante de nosotros implicada en la sanación o en la enfermedad. Esta parte de nosotros es la que encausa la energía vital, de tal forma que origina la armonía o el caos.
Así pues, cuando una persona toma la iniciativa de no victimizarse ante la enfermedad, sino de darse cuenta que ella es partícipe de su enfermedad, está dando el primer paso para la sanación.
En efecto, cuando la persona adopta una actitud proactiva y ve la enfermedad como una oportunidad de aprendizaje, lo que ocurre es que renuncia al recurso de utilizar la enfermedad como la excusa para rehuir sus asuntos pendientes. Tal como lo afirman T.Dethlefsen y R.Dahlke en su libro “La enfermedad como camino”.
Como cada vez tenemos más evidencias científicas que demuestran la capacidad humana de transformar las células de nuestro cuerpo, debido a los principios de la física cuántica, paulatinamente será más común observar la causalidad entre resentimiento y cáncer, por citar un ejemplo.
Todo esto lo han explicado los autores citados y muchos otros de renombre internacional, así como los estudios de universidades muy reconocidas a nivel mundial.
De manera que, literalmente, cada vez va a ser más fácil comprender y aceptar que nuestra salud depende de nosotros mismos, en muy buena parte.
Conservar la salud consiste básicamente en aprender a encausar la energía vital en nuestro cuerpo para dejarla fluir adecuadamente, sin que se atasque o se vuelva caótica.
Para lograrlo, hay que incorporar unos hábitos saludables en nuestra vida, que tienen que ver con el sueño, la alimentación, el ejercicio, la meditación y, muy especialmente, con la administración de las emociones.
Todo lo anterior requiere disciplina, algo que muchas veces no cultivamos, por eso necesitamos saber dos cosas:
En primer lugar, hay que reconocer que nuestro cuerpo es como un templo sagrado, que contiene un cerebro capaz de crear grandes innovaciones y que aloja un alma que está conectada con todo el universo.
No se trata de esclavizarnos del cuerpo o convertirlo en un dios. A lo que me refiero es a verlo como un tesoro que tenemos la obligación de cuidar.
En segundo lugar, hay que comprender que nuestro cuerpo es un ser en permanente evolución y hay que sentirlo como algo en proceso continuo de transformación. Para citar un ejemplo, somos capaces de moldear nuestro cerebro, mediante el desarrollo de destrezas o el almacenamiento de nueva información.
De esta forma, podemos asumir un compromiso con nuestro cuerpo y tener más cuidado en todo lo que le permitimos o hacemos con él.
En síntesis, si queremos conservar nuestra salud, podemos practicar estas cinco sugerencias, al mismo tiempo que tomamos las riendas de nuestra existencia mediante la conciencia de todos los aprendizajes y, también, mientras caminamos por el sendero de las leyes universales de la vida.
Pero si ya la enfermedad está en nuestro cuerpo, ¿cómo podemos sanar?, parte de la clave está en comprender qué pasó con la energía, qué hicimos para no encausarla correctamente. De esto hablaré en mi próxima entrada.
Publicado en Mente y cuerpo
Ver aquí POLÍTICA DE PROTECCIÓN DE DATOS